“Judith y la cabeza de Holofernes” es una obra del pintor austriaco Gustav Klimt, realizada en 1901. Este cuadro es uno de los ejemplos más destacados del estilo modernista de Klimt, conocido por su uso del simbolismo, el dorado y las figuras femeninas sensuales y poderosas.
En esta pintura, Klimt retrata a Judith, la heroína bíblica que salvó a su pueblo decapitando al general asirio Holofernes. Judith aparece en una pose sensual y serena, sosteniendo la cabeza decapitada de Holofernes en su mano izquierda. La expresión en su rostro es de frialdad y determinación, contrastando con la violencia del acto que acaba de cometer.
El cuadro se destaca por su composición audaz y el uso de colores dorados y ricos detalles ornamentales. Klimt utiliza un fondo dorado brillante, característico de su estilo, que otorga a la escena una cualidad etérea y lujosa. La figura de Judith está envuelta en una túnica decorativa que resalta su cuerpo y le confiere una presencia imponente y casi divina.
Esta obra no solo es una representación de un episodio bíblico, sino también una exploración del poder y la sexualidad femenina, temas recurrentes en la obra de Klimt. “Judith y la cabeza de Holofernes” es una de las pinturas más icónicas de Klimt y un ejemplo emblemático de su capacidad para fusionar la belleza y la brutalidad en el arte.
Judith and the head of Holofernes - 1901
“Judith y la cabeza de Holofernes” es una obra del pintor austriaco Gustav Klimt, realizada en 1901. Este cuadro es uno de los ejemplos más destacados del estilo modernista de Klimt, conocido por su uso del simbolismo, el dorado y las figuras femeninas sensuales y poderosas.
En esta pintura, Klimt retrata a Judith, la heroína bíblica que salvó a su pueblo decapitando al general asirio Holofernes. Judith aparece en una pose sensual y serena, sosteniendo la cabeza decapitada de Holofernes en su mano izquierda. La expresión en su rostro es de frialdad y determinación, contrastando con la violencia del acto que acaba de cometer.
El cuadro se destaca por su composición audaz y el uso de colores dorados y ricos detalles ornamentales. Klimt utiliza un fondo dorado brillante, característico de su estilo, que otorga a la escena una cualidad etérea y lujosa. La figura de Judith está envuelta en una túnica decorativa que resalta su cuerpo y le confiere una presencia imponente y casi divina.
Esta obra no solo es una representación de un episodio bíblico, sino también una exploración del poder y la sexualidad femenina, temas recurrentes en la obra de Klimt. “Judith y la cabeza de Holofernes” es una de las pinturas más icónicas de Klimt y un ejemplo emblemático de su capacidad para fusionar la belleza y la brutalidad en el arte.
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